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Ahora que está a punto de comenzar un nuevo curso, recuerdo con nostalgia y cariño mi primer día de universidad. Llegué a aquel mundo desconocido con muchísima ilusión y muchísimas ganas. Era mi momento de brillar, de hacer amigos para toda la vida, de divertirme… Me lo habían prometido en todas las películas y series. ¿Sería yo la inventora de la nueva tecnología que cambiase el mundo? Todo me hacía creer que sí. Mientras cruzaba por primera vez las puertas de la facultad de ingeniería, me sentía importante.

Según fueron pasando los meses, me di cuenta de que me habían mentido. Las películas no hablan del estrés de tener que entregar prácticas, proyectos y trabajos casi diarios, de la ansiedad de saber que tienes tantas cosas que hacer que 24 horas no son suficientes, de que vas a tener que sacrificar mil y una cosas por sacar adelante aquel trabajo. Y tampoco cuentan que después de todo el esfuerzo invertido, después de todos los sacrificios, quizás no sea suficiente y suspendas igualmente.

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Apuntes de la autora

Las series no hablan del susto de ver las primeras notas y ver más 0 y 1 que aprobados, de la desesperación de sentir que no vales para algo después de recibir tu cuarto suspenso en esa asignatura que se te ha atascado. De la sensación de soledad al ver que todos tus compañeros avanzan y tú, por el motivo que sea, te vas quedando atrás. De querer abandonarlo todo porque la universidad puede contigo y no es el lugar que te habían prometido. Dejas de ver a tus amigos de toda la vida porque la ingeniería te absorbe y no ves nada más allá del próximo examen, la próxima práctica, el próximo suspenso. Y llegas a un punto en el que empiezas a preguntarte si merece la pena sufrir tanto por un simple título, un simple papel.

Yo he pasado por todo ello y, a punto de enfrentar mi sexto año de ingeniería, he encontrado una respuesta a todas las dudas y preguntas.

Sí, merece la pena. Porque creces como persona, aprendes a sacarte las castañas del fuego en cualquier situación. Aprendes a ser mejor cada día, aprendes a hacer malabares imposibles para acabar esa práctica que no sabes hacer y poder ver a esos amigos que no has visto en meses. Y cuando consigues aprobar la asignatura que se te resiste, o consigues acabar la práctica que te lleva dando pesadillas dos semanas te sientes bien, te sientes con fuerzas para el siguiente desafío.

Así que, tanto si empiezas ahora como si llevas unos años y crees que no es para ti, tengo un consejo. Es difícil, no voy a mentirte, pero si es lo que quieres y lo que te gusta, lucha por ello porque al final todo habrá merecido la pena.


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